Colombia – Daniel Quintero, exalcalde de Medellín y precandidato presidencial por el Pacto Histórico, movió su pieza más arriesgada en la madrugada del 15 de octubre: renunció a la consulta interna de la coalición prevista para el 26 de este mes. El anuncio cayó como una jugada abrupta en un tablero donde cada movimiento redefine alianzas y obliga a sus rivales a recalcular.
La jugada fue directa. Quintero denunció que el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la Registraduría alteraron las condiciones pactadas, transformando una consulta que debía ser partidista en un mecanismo interpartidista. Según su versión, este cambio afecta su capacidad de competir en marzo de 2026, cuando el Frente Amplio proyecta realizar su propia consulta presidencial. “Lo que hicieron fue desbaratar la consulta a la fuerza”, afirmó en un video divulgado horas antes de que el día tomara forma.
La consecuencia inmediata: aunque los tarjetones ya estaban impresos con su foto, pidió formalmente retirar su nombre. El movimiento no solo altera la dinámica de octubre, también abre un interrogante mayor: ¿qué gana Quintero con retirarse en este momento?
Un tablero en reacomodo
El objetivo declarado por Quintero es proteger su opción de participar en la futura consulta del Frente Amplio. Desde su perspectiva, jugar en un terreno inseguro le costaría la posibilidad de mover su ficha más adelante. Prefirió sacrificar la pieza de octubre para mantener abierta la opción de marzo.
Pero la jugada también implica un costo. La Misión de Observación Electoral (MOE) advirtió que renunciar en este punto podría tener efectos jurídicos que restrinjan su candidatura. Según la Ley 1475 de 2011, quien se retira de una consulta partidista puede ver limitado su acceso a nuevos escenarios de inscripción. Esta advertencia convierte su estrategia en un cálculo de riesgo: protegerse frente a un escenario, aunque arriesgue otro.
Los rivales internos también ajustan posiciones. El Pacto Histórico confirmó que la consulta se mantiene con Iván Cepeda y Carolina Corcho como únicos contendientes. Con la salida de Quintero, el juego se reduce a un enfrentamiento directo, donde ambos pueden concentrar recursos y simpatías sin dividirse frente a un tercero. El movimiento de Quintero, en ese sentido, puede fortalecer a sus competidores inmediatos.
Una jugada con varias lecturas
Las consecuencias secundarias se despliegan en varias direcciones. En lo institucional, el retiro subraya las tensiones entre las autoridades electorales y los movimientos políticos. Para Quintero, el CNE y la Registraduría cambiaron las reglas; para el Pacto Histórico, la consulta sigue adelante bajo las condiciones legales existentes. Este choque muestra cómo las reglas de la democracia se convierten en piezas que cada actor interpreta según su conveniencia.
En lo político, el retiro deja a la izquierda frente a un dilema: mantener la narrativa de unidad mientras uno de sus precandidatos más visibles decide apartarse. El Pacto Histórico necesita proyectar cohesión, pero la renuncia exhibe fisuras. Cada precandidato que sigue en la contienda deberá explicar cómo su candidatura fortalece la coalición en un momento de visibilidad máxima.
En lo estratégico, la decisión puede entenderse como un intento de preservar capital político. Si las encuestas internas no lo favorecían, retirarse ahora lo evita de enfrentar una derrota visible y le permite reacomodar su relato como víctima de un sistema que, según él, cambió las reglas de juego. Aunque no lo expresó en esos términos, la dinámica del tablero sugiere que un jugador busca no exponerse cuando la partida luce desfavorable.
Para el Pacto Histórico, el objetivo inmediato es sostener la consulta del 26 de octubre como un proceso válido y legítimo. La ratificación de la participación de Cepeda y Corcho busca mostrar que el juego no se detiene por la salida de un jugador. Al mismo tiempo, la coalición intenta evitar que el retiro de Quintero se interprete como un quiebre estructural.
Los analistas ya advierten que el 26 de octubre será una prueba de fuego para medir el nivel de organización interna. La ausencia de Quintero reduce la competencia, pero también simplifica el escenario: un duelo de dos piezas en un tablero donde antes había tres. Cada voto contará como señal de respaldo para definir la figura que enfrente las elecciones de 2026.
En paralelo, la MOE y otros organismos de control electoral mantienen la lupa sobre el caso. Si la renuncia se formaliza, las consecuencias jurídicas podrían arrastrarse hasta la inscripción de candidaturas presidenciales en 2026. Esto significa que la jugada de Quintero no se mide solo en octubre, sino en todo el camino hacia marzo y, eventualmente, hasta la elección general.
La narrativa de traiciones y alianzas es inevitable. Mientras Quintero acusa a las autoridades electorales de desbaratar la consulta, sus contendores avanzan en consolidar sus bases. Iván Cepeda, con su trayectoria como senador, y Carolina Corcho, con su paso por el Ministerio de Salud, quedan ahora frente a frente en una competencia más nítida. Ambos pueden capitalizar la salida de Quintero como una oportunidad para reforzar su legitimidad.
En este tablero, cada movimiento cuenta. La jugada de Quintero es vista como una retirada estratégica: sacrificar la pieza de corto plazo para mantener opciones en la partida larga. La consulta del Pacto Histórico, mientras tanto, se convierte en una prueba para demostrar que la coalición aún puede jugar con cohesión pese a la pérdida de un actor clave.
Lee más noticias haciendo clic►. REDPRENSA