Bangkok, Tailandia – El brillo del Miss Universe 2025 se opacó por un escándalo que nadie vio venir, cuando un comentario fuera de lugar del vicepresidente regional, Nawat Itsaragrisil, encendió la polémica y desató una ola de renuncias simbólicas, reclamos públicos y disculpas que aún no calman el ambiente.
Todo comenzó durante el sashing event del 3 de noviembre, una gala previa donde las concursantes reciben oficialmente sus bandas. En plena ceremonia, Nawat tomó el micrófono para reprender a la representante de México, Fátima Bosch, acusándola de “no colaborar” con las actividades de promoción del concurso. Frente a cámaras, el directivo la llamó “tonta”, lo que provocó un silencio incómodo en el salón. Bastaron unos segundos para que el gesto de rechazo se transformara en un acto de solidaridad internacional.
El reclamo que encendió el escándalo
Según videos difundidos en redes, Nawat se quejó de que varias participantes en especial las latinoamericanas se negaban a grabar clips promocionales o publicar contenido sobre el país sede. “Si no promueves al país anfitrión ni compartes las actividades, nos causas muchos problemas”, dijo el empresario tailandés, visiblemente molesto. La frase corrió como pólvora por TikTok y X, desatando miles de comentarios en defensa de Bosch y cuestionamientos al manejo interno del certamen.
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Entre las primeras en reaccionar estuvo Victoria Kjær Theilvig, Miss Universe 2024, quien se levantó de su asiento y abandonó el evento junto a las representantes de Colombia, Brasil, Filipinas y España. El gesto, aplaudido por el público presente, se convirtió en el símbolo de un movimiento que en redes llevó la etiqueta #RespectMissMexico al primer lugar de las tendencias globales.
La propia Bosch rompió el silencio con un comunicado publicado en su cuenta oficial: “No soy una muñeca que se mueve al ritmo de quien la controla. Vine a representar a mi país, no a ser humillada”. Sus palabras fueron replicadas por celebridades mexicanas y exreinas que exigieron respeto y transparencia en la organización.
La respuesta de la organización
Presionada por la magnitud del escándalo, la Miss Universe Organization (MUO) emitió al día siguiente un comunicado oficial donde aseguró que “la dignidad y el bienestar de cada concursante son prioridad absoluta”. También confirmó que el nuevo CEO, Mario Búcaro, asumiría funciones inmediatas para supervisar directamente el desarrollo de las próximas actividades. Sin embargo, el comunicado evitó mencionar a Nawat por nombre, lo que no pasó desapercibido entre los seguidores del certamen.
Horas más tarde, el propio Itsaragrisil intentó calmar las aguas con una disculpa pública transmitida en vivo: “Si alguien se sintió mal o incómodo, pido perdón”. Pero el tono distante y la falta de autocrítica mantuvieron encendida la discusión. Usuarios de redes sociales recopilaron fragmentos de sus anteriores transmisiones, donde se refería a las concursantes como “influencers con ego”, reforzando la idea de un trato poco profesional.
Fuentes cercanas al comité tailandés contaron a medios locales que la tensión con algunas delegadas venía desde los primeros días de ensayos. Según estas versiones, varias participantes habrían cuestionado las largas jornadas de grabación para marcas patrocinadoras y la presión para publicar contenido promocional diario. Aunque MUO no ha confirmado estos detalles, la queja se repite entre varias representantes.
El episodio tiene un peso adicional si se considera el momento mediático del certamen. Este año, Miss Universe celebra su 74ª edición en Bangkok, con una producción de alto presupuesto y el regreso de transmisiones simultáneas a más de 100 países. Pero la controversia amenaza con ensombrecer los objetivos de inclusión y empoderamiento que la organización había buscado resaltar desde su relanzamiento.
El escándalo también pone en evidencia el poder de las redes sociales en la narrativa de estos eventos. En menos de 24 horas, clips del altercado sumaron más de 35 millones de reproducciones, y decenas de medios retomaron la historia. “El verdadero concurso se está viviendo en internet”, comentó en tono irónico una ex Miss Colombia 2019 al programa De Primera Mano, subrayando cómo la viralidad cambió las reglas del juego.
Mientras tanto, el equipo de producción ha intentado retomar la normalidad. Las actividades previas a la final —desfiles, cenas de gala y ensayos generales— continúan, aunque bajo estrictas medidas de comunicación. Fuentes del recinto confirmaron que se restringió el acceso a prensa local y que solo medios acreditados por MUO podrán cubrir los ensayos finales.
Pese a los intentos de control, las voces de protesta siguen creciendo. La representante de España, Marta López, compartió un mensaje en el que aseguró que “ninguna corona vale más que la dignidad”. Por su parte, Filipinas y Brasil mantuvieron un silencio prudente, aunque sus fans clubes publicaron comunicados exigiendo disculpas más contundentes. En Colombia, la reacción fue inmediata: medios y comentaristas de farándula calificaron el episodio como “una tormenta de reputación que puede costarle millones al certamen”.
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La final de Miss Universe 2025 está prevista para el 16 de noviembre en el Impact Arena de Bangkok, y todo indica que los reflectores estarán tan pendientes del desfile como de las tensiones entre bastidores. Por ahora, Bosch continúa en competencia y ha recibido respaldo de sus compatriotas. “Seguiré dando lo mejor de mí. No voy a dejar que la polémica defina mi paso por Miss Universe”, escribió en sus redes la mexicana, con una foto sonriente y el hashtag #FátimaFirme.
Mientras tanto, entre bambalinas se comenta que la directiva global de MUO evalúa implementar nuevas políticas de convivencia y comunicación digital, buscando evitar que un episodio así se repita. No está claro si habrá sanciones o reestructuración interna, pero el mensaje del público ha sido contundente: la audiencia global ya no tolera los abusos de poder, ni siquiera en el escenario más brillante del planeta.
Miss Universe, el concurso que alguna vez fue sinónimo de glamour y perfección, ahora enfrenta su propia prueba de fuego. El reto ya no está solo en elegir a la mujer más bella del mundo, sino en demostrar que también puede ser la más respetuosa con las que suben al escenario a brillar.
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