Barranquilla – En el imaginario popular, la palabra "suburbio" suele evocar escenas de pobreza, hacinamiento y abandono. Pero, ¿y si te dijéramos que no siempre fue así? Desde las grandes urbes de América Latina hasta los bordes en expansión de Barranquilla, los suburbios han sido tanto escenario de caos como de elegancia discreta, según quién los piense… y cómo se planifiquen.
En conversaciones recientes con expertos en desarrollo urbano, como el ingeniero Carlos Pérez Jubiz, ha quedado claro que el mito más extendido en la región Caribe es confundir "suburbio" con "tugurio". Mientras el primero puede ser una solución urbana bien pensada, con espacios verdes, calles organizadas y acceso a servicios, el segundo es el resultado directo de la falta de planificación: una bomba social a punto de estallar.
"Lo que más me preocupa es que cuando se habla de suburbios, muchas personas piensan automáticamente en tugurios. Esa confusión ha llevado a que se desprecie la posibilidad de crear bordes urbanos bien estructurados, con belleza y funcionalidad", comenta Pérez Jubiz.
Desde los años 80, ciudades como Soledad y Puerto Colombia han crecido a un ritmo tan acelerado que en muchos casos lo hicieron sin brújula. El resultado: zonas suburbanas convertidas en barrios de supervivencia. Pero hay otro rostro de esta expansión, uno menos explorado, donde algunos proyectos bien ejecutados ofrecen calidad de vida y hasta cierto encanto residencial.
En las periferias de Barranquilla, por ejemplo, se encuentran desarrollos habitacionales que demuestran cómo la planificación puede transformar la vida de las personas. No se trata de enclaves de lujo, sino de vecindarios pensados con sensibilidad urbana: parques, vías pavimentadas, alumbrado público y equipamientos básicos que permiten una vida digna.
Pérez Jubiz enfatiza que "el suburbio, cuando se diseña con visión, puede convertirse en una de las soluciones más eficaces para el crecimiento de las ciudades intermedias. No todo debe concentrarse en el centro. La descentralización bien pensada es una oportunidad para construir ciudadanía y equidad."
Lo que está en juego hoy no es una definición académica, sino el futuro de cientos de miles de familias. En Barranquilla, las decisiones que se tomen en los próximos años determinarán si seguimos viendo crecer asentamientos informales o si los suburbios finalmente se convierten en espacios de inclusión, dignidad y belleza funcional.
Esta discusión también toca fibras emocionales. Muchas familias del Caribe colombiano asocian la idea del "suburbio" con un sueño roto. Se fueron alejando del centro buscando tranquilidad, pero encontraron olvido. Calles sin pavimentar, transporte escaso, colegios lejos y una sensación constante de estar en tierra de nadie. "Eso no tiene por qué ser así. El urbanismo tiene las respuestas, pero requiere voluntad política y participación comunitaria", apunta el experto.
A medida que la ciudad se expande hacia el suroccidente, con obras de infraestructura vial y proyectos habitacionales en curso, la pregunta vuelve a surgir: ¿estamos repitiendo los errores del pasado o aprendiendo a hacer ciudad con más criterio?.
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"Tenemos una oportunidad de oro para resignificar el concepto de suburbio. Que deje de ser sinónimo de abandono y se convierta en sinónimo de esperanza", reflexiona Pérez Jubiz. Pero también aclara: "Eso solo será posible si se invierte desde lo público y se exige desde lo privado. La mezcla entre regulación y participación ciudadana es clave."
Hoy más que nunca, hablar de suburbios en el Caribe colombiano es hablar de aspiraciones. Las nuevas generaciones buscan algo más que un techo: quieren entorno, comunidad, seguridad y belleza. Y eso no se logra con promesas, sino con políticas urbanas coherentes.
En este contexto, iniciativas como la revisión del POT (Plan de Ordenamiento Territorial) de Barranquilla podrían marcar un punto de inflexión. Pero todo depende de cómo se implementen. "El papel aguanta todo. Lo difícil es traducir eso en decisiones de verdad: presupuestos, prioridades, control a las constructoras y alianzas con los vecinos", señala el urbanista.
Mientras tanto, los estigmas persisten. Hay quienes aún creen que vivir en un suburbio es resignarse a menos. Pero para otros, representa una oportunidad: aire más limpio, espacios amplios, menos ruido. La clave está en cerrar la brecha entre el ideal y la realidad.
Pérez Jubiz concluye con una idea que resume el espíritu de esta conversación: "Barranquilla tiene todo para demostrar que un suburbio no es un tugurio. Solo falta que lo creamos... y lo construyamos."
En el Caribe colombiano, hablar de suburbios ya no es solo hablar de geografía: es hablar de estilo de vida, de sueños posibles y de derechos urbanos.